Es una de esas cosas que “todo mundo sabe”, pero sin saber que fue uno de los grandes bulos que han afectado a la psicología.
Cualquiera puede decirle a usted que hay “mensajes subliminales” que
pueden influir en nosotros de manera estremecedoramente efectiva y
profunda. “Subliminal” quiere decir “por debajo del umbral” de la
percepción, es decir, son estímulos que nos pueden afectar sin que
seamos conscientes siquiera de su existencia. Esta sola definición evoca
niveles de control mental propios de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley o
“Mil novecientos ochenta y cuatro” de George Orwell.
Y sin embargo, nadie lo ha podido demostrar.
La idea de los mensajes subliminales nació en 1957 cuando un
investigador de mercados llamado James Vicary afirmó haber realizado un
experimento con resultados asombrosos e incluso preocupantes. Según su
descripción, instaló durante seis semanas, en un cine de Ft. Lee, Nueva
Jersey una máquina llamada “taquitoscopio” capaz de disparar mensajes
que sólo estaban en pantalla 1/3000 de segundo. Durante la proyección de
la película “Picnic” (de la que nadie se acuerda), la máquina disparaba
cada cinco segundos dos frases sencillas: "Tome Coca-Cola" y "¿Tiene
hambre? Coma palomitas de maíz".
Vicary afirmó consiguió un aumento de 18.1% en las ventas de Coca-Cola y de un asombroso 57.8% en las de palomitas de maíz.
Para los publicistas y mercadólogos, las implicaciones eran
maravillosas: podían hacer que la gente comprara sin convencerlos,
mostrarles imágenes agradables, mensajes persuasivos, testimoniales de
personalidades famosas o situaciones sexuales. Con sólo disparar una
frase y sin que el público se diera cuenta, alguna parte de su cerebro
percibiría la frase, la entendería y luego obligaría al resto del
cerebro a obedecer la orden como un zombie vudú de pelicula serie B.
James Vicary inventó la frase “publicidad subliminal”, de la que se
declaró inventor y dominador, y procedió a ofrecer sus servicios a sus
clientes.
Ese mismo año apareció el libro “The hidden persuaders” (Los persuasores
ocultos) del periodista Vance Packard, que emprendía una profunda
crítica de los estudios motivacionales que empezaban a utilizarse en
publicidad y diseño de productos, pero con una visión siniestra y
paranoica, advirtiendo de los riesgos que implicaba que estas técnicas
(hoy bien conocidas) se usaran también en política y suponiéndoles
demasiada efectividad.
Para el público, las implicaciones de las historias de Vicary y el libro
de Packard indicaban una manipulación atroz que podía dejar a la
humanidad sin libertad alguna. El periodista Norman Cousins, se apresuró
a pedir la prohibición de la publicidad subliminal por violentar los
espacios “más profundos y privados de la mente humana”.
La Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos se apresuró a
prohibir la “publicidad subliminal” so pena de retirar la licencia a
cualquier televisora que la usara. Sobrevinieron también prohibiciones
den Gran Bretaña y Australia.
El experimento de Vicary, sin embargo, no apareció en ninguna revista
científica con las características que se le exigen a todos los
estudios: metodología, detalles del desarrollo, tratamiento estadístico
válido de los resultados y toda la cocina con su proceso de obtención de
resultados que es la esencia de un artículo científico. Psicólogos y
organismos como la Comisión Federal de Comunicaciones dudaron desde el
principio y pidieron algo básico: la replicación del estudio. Vicary
emprendió demostraciones informales de su máquina, pero o tenía
problemas técnicos o simplemente no lograba resultados como los
originalmente reportados.
Pasado más de un año desde que el mundo se enteró del experimento de la
Coca-Cola y las palomitas como invasión de nuestras más profundas
motivaciones, el doctor Henry Link, psicólogo experimental, desafió a
James Vicary a hacer una réplica del experimento bajo condiciones
controladas y supervisado por investigadores independientes. Vicary no
pudo negarse. ¿El resultado? Ninguno. Los estímulos subliminales no
afectaban la conducta de la gente.
Llegó 1962 y James Vicary confesó al fin, en una entrevista con la
revista Advertising Age que el estudio había sido inventado para
aumentar la clientela de su mengueante negocio. Vamos, que había mentido
como un publicista.
Desde entonces, diversos experimentos diseñados con rigor científico han
podido demostrar que, si bien puede existir cierta “percepción
subliminal” (es decir, parte de nuestro cerebro puede registrar
estímulos que no percibimos conscientemente), no hay indicios de que
exista la “persuasión subliminal”, la capacidad de los estímulos
subliminales de movernos a la acción, y menos aún derrotando nuestra
voluntad y volviéndonos autómatas como temían Packard y Cousins.
Lo que resulta verdaderamente asombroso es que, pese a todos estos
hechos y datos, los medios de comunicación, la percepción popular e
incluso algunas instituciones de enseñanza mantengan viva la leyenda
urbana de la “publicidad subliminal” como una vía rápida a nuestras
emociones y convicciones. Parecería que la historia es demasiado buena
para no ser cierta.
El profesor de psicología de la Universidad de California Anthony R.
Pratkanis, experto en la influencia de la sociedad sobre nuestras
actitudes, creencias y comportamiento, considera que la creencia en lo
“subliminal” como una fuerza poderosa se remonta a la creencia en el
“magnetismo animal” de Mesmer y las experiencias de la hipnosis que le
siguieron.
Pratkanis observa cómo se ha desarrollado la creencia en la persuasión
subliminal para adoptar aspectos cada vez más místicos, como la creencia
en que podemos aprender mientras dormimos o escuchando cintas con
“mensajes subliminales”, la creencia (común en la subcultura de la
conspiranoia) de que la publicidad está llena de tales mensajes e
incluso la idea de que se pueden insertar mensajes malévolos grabados al
revés en la música, y nuestros cerebros pueden percibirlos,
invertirlos, entenderlos y actuar de acuerdo a ellos aunque no queramos.
En distintos experimentos realizados por Patkanis, ninguna de las cintas
de “motivación subliminal” que son una floreciente industria tuvo
ningún efecto en los sujetos experimentales. Lo cual sigue sin bastar
para que nos deshagamos de esta atractiva, atemorizante y curiosa
leyenda urbana.
http://xoccam.blogspot.com.es/2012/03/mensajes-subliminales-la-leyenda.html
bien bien
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