No
hace el plan a la vida, sino que esta lo traza viviendo. No te empeñes
en regular tu acción por tu pensamiento; deja más bien que aquella te
forme, informe, deforme y transforme este. Vas saliendo de ti mismo,
revelándote a ti propio; tu acabada personalidad está al fin y no al
principio de tu vida; solo con la muerte se te completa y corona. El
hombre de hoy no es el de ayer ni el de mañana, y así como cambias, deja
que cambie el ideal que de ti propio te forjes. Tu vida es ante tu
propia conciencia la revelación continua, en el tiempo, de tu eternidad,
el desarrollo de tu símbolo; vas descubriéndote conforme obras. Avanza,
pues, en las honduras de tu espíritu, y descubrirás cada día nuevos
horizontes, tierras vírgenes, ríos de inmaculada pureza, cielos antes no
vistos, estrellas nuevas y nuevas constelaciones. Cuando la vida es
honda, es poema de ritmo continuo y ondulante. No encadenes tu fondo
eterno, que en el tiempo se desenvuelve, a fugitivos reflejos de él.
Vive al día, en las olas del tiempo, pero asentado sobre tu roca viva,
dentro del mar de la eternidad; al día en la eternidad, es como debes
vivir.
Miguel de Unamuno, ¡Adentro!
Miguel de Unamuno, ¡Adentro!
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